martes, 11 de abril de 2023

RELATO FANTASÍA I

 

¡Hola! Encantado de verte por aquí otra vez. Esta semana quiero inaugurar una nueva sección de relatos. 
El post consistirá en desarrollar una pequeña historia basándome en una imagen, que en este caso es de Pinterest, no sé quién es el artista, si lo sabes, te agradezco que me lo dejes, así puedo mencionarlo.
Espero que disfrutes de esta historia, estoy deseando conocer tu opinión.
Nos leemos por las redes sociales, ¡un abrazo!







Nhíope se esforzaba por ayudar a los habitantes de su pequeño pueblo, junto al peligroso Bosque de las Tinieblas, con el que desde pequeña la habían atemorizado. 

Nunca le puso mala cara a nadie, ni siquiera a los que se metían con ella por ser descendiente de Alaarhy, la mujer a la que acusaron de Bruja tantos años atrás. Debido a eso, toda su estirpe quedó marcada, y sería señalada aun con el pasar del tiempo.

La joven trataba de llevar una vida tranquila y sencilla, pues no estaba acostumbrada a grandes lujos, y tampoco los necesitaba. A pesar de haber perdido a su madre cuando era pequeña, le había dado tiempo a aprender cosas muy útiles, que le habían permitido montar un pequeño negocio, donde vendía, entre otras cosas, hierbas y plantas curativas y con diferentes propiedades. Al principio su mejor amigo, Anadiann, le advirtió de que era una mala idea, pues no podría cambiar la reputación familiar que la perseguía si comerciaba con esas cosas. 

No le faltó razón, pues un sector del pueblo, que ya no la veía con muy buenos ojos, a raíz de aquello trataban de mantenerse lo más lejos de ella que les fuese posible. No era extraño, que al coincidir por una de las estrechas calles del pueblo, se cambiasen de acera. 

Pero poco le importaba a Nhíope, que no permitía que los cuchicheos cambiasen su natural buen humor. En el pasado, cuando en algún momento la habían enfadado, una ira incontrolable crecía en su interior. Y eso la asustaba, por lo que trataba de mantener la mente ocupada en otras cosas más productivas.

Un día de primavera, el pueblo parecía especialmente agitado cuando llegó a su tiendecita. Había soldados y gente cotilleando por las calles. ¿Qué es lo que habría sucedido para requerir la presencia de esos soldados de la Capital? Supuso que ya se enteraría por boca de algún cliente indiscreto.

Esperaba que fuese un día normal y aburrido como los que había vivido en los últimos meses, pero cuando fue a la trastienda, comprendió que no lo sería. Alguien se había colado, tirando un montón de hojas y algún que otro atado de Salvia. Lo que la jornada anterior rellenó con flores de ajenjo, ya se encontraba vacío. No era posible, pues nadie vendía género en aquella tienda más que ella. 

Sabía de la poca simpatía que sentían algunos vecinos por ella, pero entrar en su establecimiento y destrozarle las reservas era demasiado. Comenzaba a sentir esa sensación de ira, que subía por sus tobillos, ganando cada vez más terreno.

Se encontraba perdida en sus pensamientos cuando un ruido la sobresaltó. Venía de la parte de atrás, al fondo de la sala que usaba como almacén. ¿Sería posible que el ladrón se encontrase allí aún? Un leve escalofrío recorrió su columna.

Agarró el mazo, que usaba para machacar semillas, aferrándose con fuerza al mango, y comenzó a acercarse a la fuente de aquel sonido extraño. Lo que vio la dejó helada. Un pequeño duende trataba de alcanzar el pomo de la puerta trasera, pero su reducido tamaño se lo impedía. Tenía los bolsillos de su peto lleno de las flores que antes echaba en falta. 

¿Se había vuelto loca? Aquello no podía ser real. Casi se cae de culo cuando aquella criatura volvió su picudo rostro y clavó sus ojos en ella. 

    —Por favor, no me mates, necesito regresar a mi hogar. Tengo que curar a mi hermano…

Susurró apenado con una voz aguda pero profunda. Nhíope se quedó boquiabierta, no era capaz de producir ningún sonido. Un ser del bosque se había colado en su tienda, le había robado unas flores, y ahora le imploraba que no lo matase.

¿Matarle? ¡No podría aunque quisiera! Jamás había sido capaz de hacerle daño a nadie, y no pretendía comenzar ahora.

Volvió a fijarse en aquellos ojos negros que aún la observaban, temerosos de un posible ataque.

    —No sé si me expreso bien en tu idioma, pero —carraspeó aclarándose la garganta—, necesito tu ayuda. Mi hermano está muy enfermo…

    —¿Qué le ocurre? —susurró de forma casi inaudible.

    —Comió algo, que le advertí de no probar —parloteaba mientras se movía de un lado a otro, gesticulando y moviendo los brazos—, pero el muy cabeza de nuez no me escuchó, y ahora su cuerpo está muy caliente y no puede moverse.

    —Parece un envenenamiento —diagnosticó mientras dejaba el mazo en la mesa y buscaba un tarro en el fondo de la estantería llena de botellas de diferentes tamaños.

    —¿Veneno? —gritó la criatura llevándose las manos a la cabeza y parándose en seco.

    —Tranquilo, aquí tengo algo que puede ayudarle. Es un remedio más eficaz que esas flores.

    —¿De verdad? —vociferó mientras agarraba los bajos de la falta de Nhíope.   

    —Toma, administradle unas ocho gotas, una vez al día durante al menos, tres jornadas. Verás cómo mejora.

    —¡Gracias, gracias y gracias! —dijo entusiasmado mientras se abrazaba a la pierna de la chica— A cambio, te devolveré el favor.

    —Ahora lo importante es curarle, cuando mejore, si quieres, volved por aquí, y si necesitáis algo más, os lo entregaré.

Quizá era una locura hacer tratos con seres del bosque, pero le transmitía tal sensación de paz y cariño, que le resultó imposible ser desagradable con él, que al fin y al cabo, sólo trataba de salvar a un ser querido. Cosa que ella misma habría intentado si hubiese tenido la oportunidad.

    —¡Nhíope! —se escuchó desde la entrada de la tienda— ¿Has oído las noticia de…

La voz se ahogó en un sonido de sorpresa y horror. Cuando la muchacha se giró y vio el rostro desencajado de su amigo, no supo qué decir. El chico se quedó ahí parado, llevando su mirada de uno a otro. Y de pronto, sin mediar palabra, salió corriendo en dirección a la calle.

    —¿Quién era ese humano?

    —¡Vete, corre y no mires atrás! —le ordenó al ser del bosque antes de salir tras Anadiann.

Lo que vio al salir de la tienda heló la sangre de sus venas, pues su amigo, con el que tantas confidencias había compartido,  ahora la señalaba a voces junto a uno de esos soldados, que la miraba como si acabase de encontrar una bestia peligrosa de la que debía deshacerse.

En cuestión de segundos se encontró presa, con las muñecas anudadas con una cuerda gruesa y áspera, a la espalda. 

    —Quedas arrestada bajo los cargos de hechicería, brujería e invocación de criaturas infernales.

    —¡No! ¡Es un error! 

Trató de explicar lo sucedido, pero nadie la escuchaba. Tenía la pensada sensación de que daría igual lo que dijese, porque ya había sido condenada. Se vio recorriendo el camino al calabozo. Aquel húmedo y putrefacto lugar donde encerraban a ladrones y asesinos. No podía creer que su única compañía la hubiese acusado de algo así. Ni siquiera le dio la oportunidad de contarle lo que había pasado. 

La angustia se aferró a su pecho y solo le hizo hueco a una pena profunda, que en pocas ocasiones había sentido. Era consciente de lo que iban a hacerle. Su antepasada murió apedreada en la plaza del pueblo, y ella le esperaba un destino similar.

Allí el tiempo pasaba lento, y no supo adivinar cuantas horas habían pasado desde que la encerraron. ¿Aquello sucedió hace días? Era posible, pues en aquel habitáculo no entraba demasiada luz, y apenas distinguía si era de día o de noche.

Un hombre apareció y le arrojó una túnica blanca, y le ordenó ponérsela. Al cabo de unos minutos se encontraba recorriendo el mismo pasillo, pero esta vez en sentido contrario. La luz golpeó sus ojos sin piedad, obligándola a cerrarlos por unos instantes. Encontró a sus vecinos por el camino, que le dirigían duras miradas de desprecio y asco. 

Nhíope agachó la cabeza, y escondiendo su rostro entre los mechones rojizos de su cabellera, derramó un puñado de lágrimas, resignada a un injusto final. Pero no podía hacer nada, estaba atada y sentía el odio que le tenían los allí presentes.

El camino que recorrieron les condujo a la entrada del Bosque, donde había una hoguera preparada esperándola.

Su rostro de terror contrastaba con los gritos de júbilo que oía.

    —¡Quemad a la bruja! 

    —¡Sí, sólo así acabaremos con esta plaga!

No fue capaz de luchar más contra una vida, que desde su nacimiento, la había maldecido. Ella no tenía culpa de venir de donde lo hacía, pero la historia se repetía. Y ahí terminaba. Era demasiado joven para haber tenido hijos, y si acababan con su  vida, terminarían con la estirpe maldita.

No tardaron en atarla a aquellos troncos untados en aceite, listos para prenderse en cuestión de segundos. Ella suspiró, resignada, y buscó entre la gente el rostro de Anadiann, pero no lo encontró. Aquel cobarde malnacido seguro que no había tenido el valor de acudir a la ejecución que él mismo originó.

Uno de los monjes del pueblo rezó una oración por el alma de la muchacha y agradeció a las deidades librarles de aquel mal, cuando de un movimiento rápido, lanzó una antorcha a las maderas y prendió un fuego enorme.

    —¡No soy ninguna bruja!—gritó desde lo más profundo de su pecho—¡Pero por la memoria de mi linaje, y con la ayuda de mi antepasada Alaarhy, os maldigo!

Quejidos de sorpresa y pavor empezaron a escucharse, pero ya era tarde. Nhíope ya se estaba quemando viva, entre alocadas risotadas, su vida se escapaba.

Al cabo de un rato, el silencio reinó en el claro donde se había producido la ejecución, solo interrumpido por el crepitar del fuego. 

Cuando de pronto, un estruendo salió de las llamas, dejando escapar a una criatura de fuego y cenizas, que tras dedicarles a todos una mirada de desprecio y una sonrisa llena de maldad, escapó volando, entre los árboles, hasta perderse en las profundidades del Bosque Tenebroso.

Los allí presentes salieron corriendo, guiados por el pánico producido por la escena que acababan de presenciar. Entre el caos creciente, sólo un oído atento podría haber escuchado las palabras de un observador oculto.

    —Y así, te devuelvo el favor, mi querida niña, se libre, y haz que todo arda con la intensidad de tu alma…


2 comentarios:

  1. Soy muy fan de este tipo de historias. No solo por la fantasía sino por el propio conflicto, el tema de los prejuicios, del odio hacia el diferente... Me gusta cómo lo planteas y que haya cosas que queden en la interpretación. El final me ha parecido un poco precipitado pero me ha parecido muy buena historia. 🤟

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